Y
busque infructuosamente en mi improvisado baúl de los recuerdos, que se
limita a cuatro cajas de cartón encarriladas en una esquina de mi sala
en las que sólo quedan -después de una y mil depuraciones obligadas por
la vida nómada a que nos hemos sometido- algunas docenas de fotos, tres
o cinco piedras "preciosas", una pelota amarilla del campo de Golf de
Tibu, mi vieja brújula, dos o tres tarjetas y cientos de documentos los
cuales rara vez recuerdo que los tengo; pero en fin me sumergí tratando
de buscar algo que estaba segura nunca encontraría; pero era justo allí a
donde mi nostalgia me obligaba a ir para desempolvar o quizá para
reorganizar en mi presente todos los sentimientos que conjugaste tú,
mujer hermosa, nuestra querida Doña Esther de Giraldo; iba en busca de
unos viejos casset donde papá te grabo algunas canciones por allá en los
años 80's para que el mundo un día, si partías, no olvidara esa voz de
ensueño que prefirió ser la de esposa y madre antes que la de una gran
artista con un futuro promisorio,
porque el amor, en cuerpo de Leonel Giraldo, te conquisto con más peso
que el mundo del micrófono y del escenario.
Quise erróneamente en esa
voz evocar todos los recuerdos propios y heredados por mis padres, que
como cientos de personas te adoraban; y no fue necesario encontrar esa
copia fiel de tu impresionante talento porque con sólo una foto, en la
que irónicamente no apareces, tuve suficiente para hilar la importancia
de tu vida en la mía y la de mi familia; estaba ahí de frente viendo la
imagen que condensó el sublime matrimonio de mis padres por allá en 1970
y recordé como una ráfaga cuan cómplice fuiste en ese hecho y por lo
tanto que eras tan autora de mi existencia y la de mis hermanas; lo
sabía porque mi padre nos contaba cada cierto tiempo, lleno de tanto
cariño por ti, que después de adoptarlo casi como un hijo fuiste tú
quien actuó como cupido para que enamorarás a la bella de mi madre y le
impulsaste para que sin un centavo en el bolsillo se atreviera a
pedirle matrimonio; el resto es todo historia patria y ya tengo 40 años
recordándola: que fuiste su cómplice asesora, que fuiste su modista
predilecta para preparar su ajuar de novia, que fuiste su madrina...y
todo eso estaba condensado en esa foto que me recordaba que te
convertiste entonces también en nuestra abuela y a cada oportunidad que
nos quedaba era allá, a tu gran casa en Agua Clara, donde llegábamos a
recibir tu abrazo, a disfrutar de tu sonrisa y de esa imagen de matrona
como las de los cuentos de nuestro Gabo; pero hasta aquí sólo he hablado
de lo que a mi concierne y de manera un poco egoísta he tomado tu
presencia en nuestra vida como si fueras exclusiva; sin embargo lo que
te hizo grande, amada y apreciada por cientos y quizá por miles de
personas fue esa personalidad que a simple vista parecía introvertida
pero que albergaba a una mujer sabía y jovial que siempre guardaba en su
haber un preciso consejo para dar. Sólo oír tu voz ya era todo un
acontecimiento, al que tantas personas asistían a diario. Creo que ese
don de ser "mamá de todos" fue el que hizo que la vida sólo te diera un
hijo de tu vientre, porque hubo tantos adoptados que fueron suficientes
para hacer generaciones de nietos y biznietos, que como mis hijas
heredaron un amor profundo por ti.
Saber que has partido nos deja un desasosiego y una tranquilidad
inexplicable al mismo tiempo. No sabríamos como evocar nuestras vidas
sin situarnos al menos por un instante contigo allá en Agua Clara,
tierra que te adoptó y que adoptaste después de dejar tu amado Valle.
Allí donde creció tu amado hijo Leonelcito, la luz de tus ojos y el
soporte de tu vida entera en todo aquello que se llama sentimientos;
allí donde adoptaste también a tu sobrina Rubí que consagró su vida
entera a acompañarte a quererte y a prodigar te los cuidados necesarios
para que nunca te faltara el calor de hogar que poco a poco se fue
quedando más sólo. Allí donde pasaste los mejores años de tu vida, donde
conjugaste la palabra amar de una y mil formas y donde sacaste la garra
de súper heroína para seguir adelante con tu diario trasegar tras la
inevitable partida del hombre de tu vida; allí donde hoy todos te
recuerdan y dan el último adiós a tu cuerpo porque tu alma amorosa ha
volado en mil pedazos y como el pan y los peces se ha multiplicado para
que a todos los que te amamos nos tocara un poco de ella...
Ahora, al ver por enésima vez el vestido nupcial de mi madre - que aún
guardo con recelo - busco en cada figura de su blonda y en ese color
verde azul ya desteñido por los años una puntada que te vuelva a unir
con la figura de mi madre que se te adelantó un cuarto de siglo en el
desconocido imaginario de la eternidad sólo para asegurarte el mejor de
los puestos en el cielo de los recuerdos donde el resto de nosotros las
mantendremos vivas para siempre hasta que nuestra propia existencia pase
a ser efímera...
(Nadia-2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario