miércoles, 26 de agosto de 2015

Moriré caminando pero no en el olvido

Por un momento pensé en claudicar, en dejar de luchar contra la corriente, en buscarle otra explicación a este despertar en las letras que se me hace urgente.
Pensé, mientras terminaba de hacer lo cotidiano,  que mi vida es tan común y tan corriente que mis aspiraciones de ser escritora solo están en mi mente y no se basan en ninguna realidad que pueda probarme algo diferente. 
Pensé que conjugar versos y hacer fluir con cierta armonía las sílabas no había sido hasta ahora si no un golpe de suerte.
Que todo ese amor por los libros y mi despertar en ellos descubriendo mundos diferentes era más un juego de la mente adolescente que ávida de aventuras y, a falta de opciones distintas, se internó en este mundo irreal para ser protagonista y recrear en su imaginario los más variados escenarios que el escritor solo esboza para que dure su dicha. 

Volví a sentir como antaño, inferior a mis capacidades, una ola de desdicha me abrazó y me puse triste, otra vez me subvaloro, otra vez soy incapaz de levantar la mirada y pensar que lo que quiero solo será posible por mi. 
Al fin y al cabo es más fácil dejar las cosas así, es más fácil claudicar que enfrentarme a lo que debo y son tantos los cambios, tantos los sacrificios que me es mejor huir que seguir así sin juicio.
A quién habrá  de importarle si me quedo siendo la misma Nadia que hasta ahora?
Pero cuando ya estaba decidida a hacerlo, a olvidarme de mi por completo, asomó a mis ojos la frase de Gabo que me puso a verme de frente al espejo de nuevo: 
"La muerte no llega con la vejez sino con el olvido"
Alimentaba este deseo desde joven por ser la romántica empedernida desde que me acuerdo y ahora con la piel un poco madura y el carácter  por llegar a buen término me doy cuanta que no quiero que llegue la muerte jamás a mis pensamientos.