lunes, 27 de agosto de 2018

El camino del éxito se va tejiendo poco a poco con hilos de ilusión abrazados a la certeza de dar y hacer siempre lo mejor....Viva mi Seleccion!!!



Ayer celebramos como campeones del mundo; y como no hacerlo si cada paso dado, si cada peldaño escalado desde las eliminatorias nos ha dejado saborear poco a poco esa victoria final que todos quieren alcanzar; acaso basta conformarnos con clasificar, aunque de hecho eso signifiqué ya hacer parte de lo mejor de lo mejor? 
Los seleccionados en principio, y los convocados al final, ya son de por sí lo más selecto que representa a cada nación y quienes protagonizan una encarnada y angustiosa lucha durante casi dos años para obtener ese anhelado cupo que los lleve a estar ahí en ese pitazo inicial de la inauguración; aún así por su mente jamás pasa el conformismo y cada hazaña lograda va despertando en él y en sus hinchas esa sed del éxito que requiere del mejor estratega para no dejarla desbordar y convertir en un triunfalismo equivocado y desdibujado de la realidad.
Por eso, sí, hay que celebrar como campeones, como no, y jactarnos de esos aciertos que nos brindaron un resultado final de supremacía frente al rival, por más pequeña que sea la diferencia, pero nunca sin perder de vista los desaciertos que vulneran esa capacidad y mucho menos sin perder de vista los potenciales de los rivales venideros; hay que usar esa alegría como un bálsamo para curar el cansancio y los golpes recibidos y que sirva al mismo tiempo para llenarse de objetividad que finalmente permita agudizar las fortalezas y capacidades grupales para obtener más resultados favorables. 
Parte de la clave del éxito radica también en no subestimar a ningún contrincante siendo muy juiciosos en analizar cada jugador y  cada equipo en su movimientos conjuntos; pero también en no subestimarse a sí mismos dando por sentado que se es menos que cualquier potencia o cualquier rival de renombre. 
Porque se puede demostrar que la hegemonía de los denominados "grandes" queda de igual a igual en el terreno de juego en donde 90 minutos son suficientes para desvirtuar favoritismos anticipados.
Hay que celebrar, sí, con alegría, patriotismo y optimismo; pero nunca con la locura desbordada que lleve a cifras dolorosas de 9 muertos y 15 heridos a costa de las celebraciones irracionales en la calle y que corresponden a desmanes.
El fútbol es otra cosa,  es deporte, es pasión, es alegría; es disfrutar incluso hasta la derrota en la que se deja por sentado y demostrado que se dejó todo en la cancha.
Si el fútbol genera lágrimas que sean las de decepción, las de impotencia, las de inconformismo por el desempeño propio; pero jamás deben ser  las de una madre que sufre la pérdida de sus hijos vestidos de tricolor porque la velocidad o alcohol le ganó a la razón. 


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